FMA - Chile

Monseñor Manuel Larraín, obispo de Talca, el 20 de septiembre de 1945, se dirigía a la Rvda.Inspectora Madre María Victoria Bonetto, pidiendo la fundación de un colegio, con la escuela primaria completa y, al menos, tres años de humanidades, en la ciudad de santa cruz, provincia de Colchagua, perteneciente a su diócesis. Ofreció, al efecto, una casa que había sido antes residencia de los Padres Palotinos, prometiendo hacer construir después un edificio mas apto.

El obispo había sido en realidad el portavoz del buen párroco de santa cruz, don Octaviano Fernández, de nacionalidad española, sacerdote piadoso, docto, prudente, que había conocido a las Hnas.en San Miguel, donde había sido viceparroco por varios años. Viendo la necesidad, quiso tener la fundación de las H.M.A. en su parroquia. Mientras esperaba, comenzó a recoger limosna en los alrededores y vendió un terreno pertenecientea la parroquia, con lo que pudo comprar la casa que habitarían las futuras religiosas.

El 10 de marzo de 1947, procedentes de Yáquil, llegaron cuatro Hnas., y algunos día después, llegó otra, con lo cual se completo el personal de la casa. El día 14 comenzó la escuela, con un buen número de alumnas, felices de tener a las hermanas por maestras. Ese primer día llegaron también cuatro internas, dos de las cuales son actualmente H.M.A. 

Poco tiempo después, un rico señor, debiendo alejarse del país, puso a remate público su gran fundo. La directora fue con la esperanza de adquirir algo para la casa. Cuando vio la capilla, dijo: "Lástima que no tengo dinero". El dueño, Señor Raimundo Lafuente Barros, llamó en seguida a un empleado y le ordenó poner candado en la capilla. La directora se quedo muy triste, pero días mas tarde, su tristeza se cambio en alegría, porque el señor Lafuente en persona se presento en el colegio llevando todo lo que había en la capilla del fundo: vasos sagrados, ornamentos, etc., hasta la misma campana... Las emocionadas hermanas conocieron así al que había de ser, después del párroco, el más grande bienhechor del colegio. Mas adelante, regalo una considerable suma para la construcción del colegio, solicitando que se le diera el nombre de "Adela Barros", en memoria de su querida mamá. después se cambio por el de María Auxiliadora.

Hoy es floreciente centro de educación básica y media. Los grupos juveniles trabajan con tesón y son realmente la levadura en la masa. Están totalmente integrados a la parroquia. Celebran con entusiasmo las bien preparadas liturgias, que los robustecen en la fe y los animan en el profundo trabajo de su integral formación, en la que cooperan activamente con sus educadoras.

Grupos de alumnos unidas otros jóvenes de la parroquia se han preparado como catequistas, y los días sábados preparan, a su vez, a más de 500 niños y niñas de la parroquia, que llenan las aulas del colegio e invaden su amplio patio.