Noticias
Entrevista con Don Pascual Chávez, en el 40° aniversario de su ordenación
- Por Sor Susana Diaz
- En: Noticias provinciales
- Publicado 09 Dic 2013
- Visto: 13519
(ANS – Roma)– El 8 de diciembre de 1973 en Guadalajara, el joven don Pascual Chávez recibió la ordenación sacerdotal. 40 años más tarde, le pedimos compartir con nosotros algunas reflexiones y experiencias.
Háblenos de su llamada a la vida salesiana: la historia vocacional y las figuras significativas que lo han acompañado.
Entre las figuras claves está en primer lugar mi mamá. Dos días antes de morir, ya muy enferma, estábamos charlando y ella me dijo que siempre había invocado a Dios por un hijo sacerdote, y yo, más que nada porque le había pedido que me comprara un par de zapatos nuevos, le dije: "Mamá, yo soy el hijo sacerdote que tu has pedido". Por eso siempre he dicho que mi madre, además de zapatos, también me dio el regalo más preciado después de la vida: la vocación.
Incluso mi hermana mayor y mi padre fueron importantes entonces, porque fue a ellos que se dirigió el director de mi escuela cuando le confié mi intención. Sucesivamente recuerdo a muchos salesianos que me han acompañado en la formación inicial y luego a los Rectores Mayores quienes me dieron los primeros encargos de responsabilidad. La lista es muy larga y correría el riesgo de dejar a alguien fuera, dado que son tantas las buenas personas que han marcado mi vida.
¿Cuáles fueron las rosas y cuáles las espinas de estos 40 años de sacerdocio?
La rosa principal fue la gracia del sacerdocio, del sacerdocio salesiano. Es una gracia inmerecida, sentir y recibir sobre sí su mandato "Haced esto en memoria mía" y poder hacer de la Eucaristía el centro de la propia vida... creo que nunca he saltado la misa diaria, incluso durante los viajes largos.
Así guardo como las rosas todos los sacramentos, poder ser administrador de la gracia de Dios y por lo tanto llevar a Dios a los demás.
Otras rosas son los encargos que me fueron dados, como Director del Teologado, luego Consejero Regional y al final como Rector Mayor, porque son un honor y te permiten dar orientación a las instituciones que te son confiadas.
Las espinas más dolorosas, sin embargo, vienen de mí mismo, de aquellos momentos en los que me ha faltado coherencia. He siempre recordado un pasaje que leí al prepararme a la ordenación: "Cree lo que celebras, celebra lo que vives, vive lo que crees". Cuando no hay plena unidad entre estas cosas, hay espinas. Así que estos 40 años son también una oportunidad para pedir perdón a Dios.
Por último, entre las espinas se cuentan también las circunstancias en las que, por mis encargos he debido hacer frente a los casos en los que tenía que ver con la pobreza humana, psicológica, espiritual de algunos, donde las circunstancias exigían respuestas, aunque siempre unidas a la misericordia.
¿Qué le ha ayudado más a vivir con fidelidad la vocación salesiana y el ministerio sacerdotal?
Sin duda, el ejemplo de muchos hermanos, especialmente los misioneros, que defino como la "joya de la corona de la Congregación". He conocido algunas experiencias en condiciones de vida al límite, en las que he reconocido en aquellas personas los "santos" a quienes falta la debida certificación del milagro. Incluso en este caso, podría dar muchos nombres, pero no me gustaría olvidar a nadie.
Están también las Constituciones. Me han sido fundamentales durante los encargos de gobierno, porque me han dado los criterios guía, una forma mentis para mi rol, para interpretar lo más fielmente posible a Don Bosco, aún con mi especifica originalidad.
Y también todos los aniversarios y celebraciones salesianas que sirven para restaurar el dinamismo de la propia vida espiritual, y para volver a las raíces.
¿Cuál ha sido el valor agregadode su consagración salesiana y de la presencia de María en su ministerio sacerdotal?
El primer valor agregado es siempre la figura de Don Bosco. Cuanto más la conoces, más la aprecias y más te atrae, sobre todo por sus grandes opciones: fue revolucionario, ha transformado la Pastoral, ha desarrollado una concepción de la educación como método para sacar los talentos de cada uno. Su Sistema Preventivo no es un programa solo para hacer felices a los jóvenes, sino que se basa en la confianza. Y su validez, todavía hoy, es atestiguada por muchas personas alrededor del mundo que, incluso si no son cristianos, se sienten amigos de Don Bosco.
En el caso de María, como todos los mexicanos, tengo una devoción que nace desde cuando era un niño. Cada vez que vuelvo o parto de México paso siempre por Guadalupe; me parece la cosa más normal del mundo ir a casa de mamá. Y ello me ha llevado a consagrarme de una manera específica a ella y cada vez que voy a un Santuario renuevo esta consagración.
Quiere dar un mensaje a los sacerdotes de la Congregación y a los jóvenes formandos sobre cómo vivir hoy siendo Salesiano?
Hoy puedo decir que me encuentro con la misma alegría de hace 40 años, pero con una mayor riqueza, humana, espiritual y carismática. Por esta razón, comparto algunos pensamientos. En primer lugar, creo que siempre hay que mirar hacia el sacerdocio como un don de Dios que tiene un doble valor: Dios me llama y luego me envía a servir a la gente. Este elemento es importante porque ayuda a mantener la autenticidad.
Quiero recordar también que, una vez ordenado un sacerdote actúa in persona Christi, es decir, Cristo actúa a través de él y lo hace cada vez más conforme a sí. Recordando la parábola de la Vid y los Sarmientos (Jn 15, 1), el sacerdote debe saber que es insertado en la vida de Cristo; no ha elegido él, fue elegido. De ahí surge la relación de la fertilidad en el amor, el único fruto que permanece. A veces entendemos mal los frutos con las actividades, pero aquellas pueden terminar, las obras colapsar, como en Haití, donde el terremoto destruyó en 29 segundos las obras erigidas en 75 años. Pero las vidas entregadas en el amor, aquellas son los verdaderos frutos.
Por último, la alegría. La vida sacerdotal es una vida que conduce a la alegría. El mismo Don Bosco, dijo que la alegría es la mejor expresión de la fe. Esto no quiere decir que no habrá problemas, pero el centro de nuestra fe es la resurrección, para la cual incluso la cruz se convierte en la alegría más grande.
Fuente: www.infoans.org