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Revista DMA - Ampliad la mirada: encuentro

El horizonte que se abre con “Ensanchad la mirada. Con los jóvenes, misioneras de esperanza y de alegría”, es en sí portador de una invitación ¡al encuentro! El encuentro toca la tierra sagrada del otro y abre a la sensibilidad que se traduce en escucha y reciprocidad. El encuentro, interesa a la persona y, por lo tanto, es rebuscado interiormente y hace mover nuestros pasos hacia el otro, hacia la acogida de una forma de pensar distinta, hacia las sorpresas que irrumpen en el compartir existencial.

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Cuando hacemos la opción de caminar con los jóvenes, abiertos a nuevos caminos y a nuevas frecuencias y sintonías, se descubre un flujo de conexiones comunicativas, que nos recuerda el calor, la empatía y la fuerza de la palabra de Jesús. Hay una proximidad expresada en su compasión, en la bondad, en los gestos de inclusión, en el otorgar la esperanza a cada cual. Toca la realidad del pueblo en el encuentro de sus ansias más profundas. El encuentro cotidiano con Él nos capacita al diálogo que nos transforma recíprocamente, nos da las capacidades para emprender juntos un camino, hacia las periferias existenciales y geográficas de hoy, como nos invita el Papa Francisco.

El encuentro es un hilo verde porque denso de esperanza, un hilo que teje nuestras relaciones abiertas y recíprocas, capaz de acercar y conducir a la humanidad en torno a un proyecto de vida fundado en la justicia, la igualdad, la ética, la transparencia, el amor. El encuentro es portador de una esperanza lúcida y fecunda que nos coloca siempre en movimiento a favor de la vida. Crea lazos de solidaridad y lucidez para sanar heridas abiertas por los conflictos, por la guerra, por la violencia, por el no respeto de la dignidad humana, generando una cultura de la paz.

El encuentro es una experiencia de co-creación, alianza con Dios Trinidad. De ahí nace algo nuevo construido por muchas manos, el creador y nosotros, en su rica expresión de un Dios encarnado. Encarnado en el rostro de los niños y de los jóvenes con los que nos ponemos en camino, firmes en la esperanza, anclados en la alegría genuina del Evangelio.

El encuentro es contemporáneamente horizonte, camino y meta. Como horizonte nos hace ver y abrazar realidades diversas. Como camino está entretejido de escucha, diálogo, búsqueda, entendimiento, comunicación, comunión. Como meta mantiene nuestros pasos al ritmo de los pasos de Dios. Hay que seguir el soplo fecundo de su Espíritu que nos lleva a periferias inesperadas.“Nos invita a dejarnos conducir por el Espíritu, renunciando a calcular y controlar todo, y permitiendo que Él nos ilumine, guíe, dirija y nos empuje adonde él quiere. El Espíritu Santo sabe bien lo que se necesita en cada época y en cada momento” (cf. Carta a los consagrados Scrutate nº 16).

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