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Madre Yvonne Reungoat - Saludo de Pascua
- Por Sor Susana Diaz
- En: Noticias provinciales
- Publicado 11 Abr 2020
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Roma (Italia). La Madre General dell’Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, sor Yvonne Reungoat, envía un mensaje a todas las Comunidades Educativas y a la Familia Salesiana, augurando una Pascua de Esperanza y de Resurrección.
“Es un tiempo en que las Comunidades Educativas son llamadas a estar en casa, a hacer experiencia de una intensa plegaria, de una fraternidad serena y gozosa. Es una oportunidad para redescubrir el valor de lo esencial que nos empuja a tomar en serio lo que es serio, a no perdernos en cosas de poca monta; a redescubrir que la vida no sirve si no se sirve. Porque la vida se mide por el amor” (Papa Francisco,Homilía del Domingo de Ramos, 5 de abril 2020).
Ofrecemos el Texto íntegro del Mensaje de la Madre General del Instituto FMA.
“Queridas hermanas,
deseo sentirme en comunión profunda con todas vosotras, encontraros en todas partes del mundo, para compartir todo cuanto llevo en el corazón en este tiempo que nos prepara a vivir el Misterio Pascual de Jesús: misterio de muerte y de Resurrección.
Una Pascua inédita es la que estamos por celebrar, marcada por la situación dramática de la Pandemia del coronavirus que ha provocado un impacto fuerte en todos los Países. Ante esta situación tan imprevisibre y desconcertante el miedo, el pánico y el descalabro pueden invadir nuestro corazón, nuestros sentimientos y, todo de vez, sentir el peso de nuestra fragilidad y vulnerabilidad y también el peso de nuestro pecado.
Nos encontramos frente al misterio de la vida que creíamos poder gestionar según nuestros programas y proyectos, confiándonos al progreso de la ciencia muy a menudo desenganchada/lejana de Dios, único Autor de la vida. Son bastante pocos meses para ver colapsar todas las certezas y preguntarnos si el Señor está presente entre su pueblo que está sufriendo por la potencia de un pequeño y potente virus.
Pienso que todas nosotras comprendemos el valor del silencio ante esta prueba que la humanidad entera debe afrontar; sentir la necesidad de ser reforzadas y confirmadas en la fe y encontrar la fuerza para creer que Cristo Resucitado está aquí y no nos deja faltar su presencia.
Son confortantes las palabras del Papa Francisco: “Hoy, en el drama de la pandemia, frente a tantas certezas que se agrietan, frente a tantas expectativas fracasadas, en el sentido del abandono que nos oprime el corazón, Jesús dice a cada uno: “Ánimo, abre el corazón a mi amor. Sentirás el consuelo de Dios que te sostiene” (Homilía del Domingo de Ramos, 5 de abril de 2020). Esta certeza pacifica nuestro corazón y encuentra fuerza para comprender que Jesús está viviendo hoy su Pascua en muchos hermanos y hermanas, en numerosas familias y comunidades religiosas probadas por la enfermedad o por la muerte de sus seres queridos.
Jesús nos pide que sepamos acompañarlo por el camino del Calvario, para pasar después con Él a la vida nueva de la resurrección. Nuestra vida está inundada de resurrección, porque ha sido rescatada por el extremo acto de amor del Hijo de Dios, que no ha dudado en morir en la cruz para demostrarnos cuán grande es el bien que desea para todos nosotros.
Es un tiempo en que nuestras comunidades, llamadas a estar en casa, podemos hacer experiencia del valor de una intensa oración, de una fraternidad serena aunque no siempre fácil. Tenemos la oportunidad de descubrir el valor de lo esencial que “nos empuja a tomarnos en serio lo que es serio, a no perdernos en cosas de poca monta; a redescubrir que la vida no sirve si no se sirve. Porque la vida se mide por el amor” (Homilía del Papa Francisco antes citada).
Son momentos en que la fe y la esperanza se entrelazan de modo profundo y hacen más fuerte nuestra vocación llamada a ser profecía de comunión y signo de solidaridad en este tiempo particular.
Siento que tengo que decirme a mí misma y a cada una de vosotras que éste es el tiempo para ser mujeres pascuales, disponibles a dejarse amar por Dios en la modalidad que Él decide; a servir con amor a las hermanas y a cada persona alcanzable con los medios de que disponemos, para estar próximas a quien sufre de soledad y a quien espera aunque sea una palabra de consuelo y de ánimo. Quién sabe cuántas personas esperan de nosotras una palabra, una llamada telefónica, una plegaria que pueda aligerar su sufrimiento!
Mujeres pascuales porque en la plegaria custodiamos las intenciones de toda la humanidad, de cuantos están enfermos, de los que pagan con su vida el salvar la de los otros, de los que mueren solos, y son muchos!
Mujeres pascuales que miramos con la misma mirada de Jesús a los pobres sus predilectos, los que no pueden protegerse del riesgo del contagio, que están privados de todo, que sufren el hambre y que son abandonados a sí mismos. La alegría de la Pascua este año, tan distinta de las precedentes, encuentra su raíz profunda en estos pequeños e importantes gestos de caridad sostenidos por una imparable esperanza que acompaña a cada renacimiento. Con Jesús hacemos experiencia de que el Amor es más fuerte que la muerte.
Mujeres pascuales que saben agradecer por la solidaridad testimoniada de varias maneras por diversas persoas. Pienso a cuántos jóvenes valientes, conocidos o desconocidos por vosotros, dan su tiempo como voluntarios y deciden ser vecinos de personas enfermas con la misma actitud del buen Samaritano; jóvenes que con su frescura y consciencia dicen que “¡todo irá bien!”
Ser agradecidos a los adultos que con competencia no se sustraen al “deber” de dar lo mejor de sí hasta las últimas consecuencias.
Quánto testimonio de humanidad, de fe y de esperanza está inmerso en este tiempo de gran prueba. Ha salido a la luz la verdad de un pueblo capaz de andar más allá de las diferencias para abrazar al hermano necesitado!
En este clima tan particular, auguro a todas que penetremos en el mensaje que Jesús Resucitado nos entrega hoy y que queremos valorizar, no dejarnos evaporar. Ciertamente algo nuevo quiere decirnos y nos deja la libertad de comprenderlo con la luz que invocamos al Espíritu Santo. Jesús nos ayude a abrirnos a la novedad del futuro porque después de esta crisis nada será como antes. El cambio debe venir en primer lugar a nuestras personas y a cada comunidad. Abrámonos a misterio del paso de la muerte a la vida!
Queridas hermanas, a vosotras. a vuestros familiares, a los miembros de la Familia Salesiana y a toda persona que os sea querida, jóvenes y adultos, deseo una Santa Pascua de Resurrección y de Esperanza. Les agradezco sinceramente los muchos deseos que me han llegado. Me gustaría responder a todos personalmente, pero no es posible para mí. Lo estoy haciendo aquí ahora, asegurando mi gratitud que se convierte en oración constante.
El Resucitado sea nuestra paz, nuestra alegría, nuestra fuerza y nos ayude a dejarnos tocar por los sufrimientos de la humanidad para traer al Único que da esperanza cierta. María que ha conocido el dolor, sostenida por una fe fuerte, sea vecina de toda la Humanidad y nos acompañe en esta hora de gracia.
El Señor de la Vida os bendiga y en Él sentid mi afecto, la confianza y la gratitud”.
Roma, 9 abril 2020
Sor Yvonne Reungoat
Superiora General Instituto FMA